"No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma, y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás conmigo.
Aquí, mujer, te dejo tu figura."
RETRATO DE MUJER
Gonzalo Rojas



viernes, 30 de julio de 2010

III

Había una vez….hubo tantas veces, sin embargo, ella esperaba, siempre esperaba. Se sobaba la espalda con las tibias sábanas, disimulando la avidez de sus sentidos.
Existía un afuera que despertaba tras la ventana, se acercó a ella, se arropó con el calor de sus deseos, extrajo la última gota de una desvanecida cerveza, encendió un cigarro, expiró el humo y el sueño.
El afuera parece entumecido, se detuvo el tiempo a las 6 de la mañana, tal vez un regalo para ella que tanto había necesitado rescatar un instante. Decidió partir, hacer frente a la bulla citadina, tal vez ya llevaba los ojos prisioneros por eso no alcanzó a ver que afuera llovía. No le hizo caso a esas lágrimas celestiales que mojaron sus atuendos ni al motorizado galán que insistía en llevarla…“estás tan lejos, tan sola, tan mojada”le repetía su casual compañero de vía, y ella siguió su rumbo de despedidas.
Caminó despacio, la vida entera la esperaba, no en vano había logrado ver el amanecer, después de despedirse en el ocaso. Caminaba sin pensar, sin intentar recordar donde habían quedado las pastillas que sobraron y que tal vez por eso había despertado…“no fueron suficientes”… se hubiera dicho reprochándose más tarde, tal vez había que tragarlas más rápido. Que más dá, ella caminó despacio, por primera vez en sus treinta años amordazó al tiempo.Alguien la esperaba detenido en la distancia, mas ella no lo vio ni reconoció sus silencios, pasó por su lado sin bienvenidas ni nostalgias. Siguiendo sus propios pasos, haciéndose de su propia huella respiró hondo y sintió lo amargo de su garganta, “nunca más” se dijo, le prometió a su tristeza un cobijo y pedir ayuda para su alma.
“Nunca más” se repetía mientras iba despertando por primera vez desde que se levantó de la cama. Recordaba poco a poco los últimos minutos antes de caer rendida entre cápsulas blandas y otras no tanto. Recordó su mano acariciando sus muslos abriendo aquella flor despreciada por otros, recordó la humedad que rociaba sus dedos y el espumoso vértigo atrapado en sus entrañas, recordó la explosión y los gemidos y el revoloteo de murciélagos y nubes en su techo. Recordó la pena, recordó, se recordó.Y lloró, como la María de Magdala, lloraba por ayeres, por mañanas,lloraba por ella, por lo que ya no estaba,lloró porque hace tantos tiempos que no lloraba, y sus lagrimas recorrían los mismos surcos de otras tantas que ya se habían secado, una herida antigua se levantó moribunda y sangró recuerdos y ella lloraba …estaba tan lejos, tan sola, tan mojada.

1 comentario:

Unknown dijo...

Las pastillas y el alcohol son salidas legítimas, pero rara vez buenos consejeros.
El análisis de esos treinta años de existencia probablemente hizo énfasis en lo que faltaba y no en lo que había; en lo malo y no en las bondades de la vida.
A ratos el relato trae a la boca la misma sensación amarga de su garganta, porque todo el mundo giraba distraído sin percatarse de que había una parte importante de él queriendo desaparecer. Eso da un poco de escalofrío.
Para una determinación así, la pena debe haber sido muy potente, en contraste con los recursos visibles para alivianar ese estado; aunque no es desconocido que la soledad puede llegar a ser muy cruel y a veces intensifica los dolores, antiguos y últimos.
Leer que no fueron suficientes retorna el oxígeno al cuerpo. Es un alivio y una corona. Habría sido una gran pérdida.