"No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma, y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás conmigo.
Aquí, mujer, te dejo tu figura."
RETRATO DE MUJER
Gonzalo Rojas



domingo, 7 de junio de 2015

Ella

Ella (yo) caminaba entre las chispas de mar y de espuma besándome los tobillos, miraba el horizonte como un difuso margen de mi historia y mi futuro, me dolían las entrañas, los huesos, la soledad y los recuerdos.

Me  dolía la  muerte y el abandono, dos duelos independientes y parte de un mismo amor.
Me dolía recordar las risas de mi hijo removiendo la arena, su cabello olor a vida naciente, sus ojos pardos, la delgadez de su inocencia. El día exacto en que le vi reír por última vez, aunque aún no era de día.

El sol empujaba el cielo tras el mar para aparecer guiñando una tímida tibieza, me levanto con la mirada aún dormida y sentí  el aire helado, una rara sensación para una estación de primavera.

Ambos aún dormían, y los observo durante  kilómetros de tiempo para dejar esa imagen en mis  pupilas. El hombre de voz ausente y pasión delirante yacía como niño ofreciendo su sueño a los astros o a los Dioses,  nunca lo sabría, pero le amaba así, simplemente por sus manos, porque esas manos me habían reconocido vida tras vida.

Mi hijo enlazado entre mantas hechas por mis manos yacía como hombre, como sabio, con apenas 8 años, pero tras sus párpados podía verse la profundidad de sus sueños, de su vuelo tantas veces iniciado.

Tú, mi hombre de voz ausente, despiertas y me extrañas. Soy bella ante tus ojos, río con sonrisa de mar y mi cuerpo se agita como el oleaje que estalla tan cerca nuestro... te abrazo mucho antes que salga el sol, porque a su llegada ya estarás lejos. Te acerco a mi pecho porque todo lo que soy y lo que eres se halla en ese espacio, y busco tus labios como alimento.
Te amo como instinto, indomable, cálido, infinito... me amas como misión, protegiendo, conteniendo, deseando. El fruto de esa unión corre a abrazarnos, con ojos bellos, con sonrisa ingenua, con vida plena.

Tras iniciarse la mañana el revoloteo de ambos parecían olas  o fogatas, pura vida moviéndose a mi alrededor y dentro de mi alma.

Les despido con un beso, a él en la frente a ti en los labios, un beso que dice hasta luego sin saber que para siempre serían los puñales esclavos de mi nostalgia. Te vas al azul que amas, me quedo en la arena, el ángel de ojos bellos vuelve a correr... esta vez demasiado lejos.

Nunca encontramos su cuerpo ni sus alas.

El dolor llenó nuestros besos, y partiste hacia la montaña, lejos del mar, cerca del bosque y de los lagos desiertos.

Partiste a buscarlo y a buscarte... quedé en la arena... llorando... contemplando amaneceres en soledad y sin tus brazos, y aunque traté de abrazarte ya estabas demasiado lejos.

Tan lejos como en aquella otra vida jugando al carcelero, esa vez tenías la mirada perdida y el ceño traicionero. Pero estaban tus manos intactas, me tomaban y me dejaban, me abrazaban y me olvidaban, al ritmo de tus pasiones y tus huidas, de tus razones para ser caricia o llagas. Yo esperaba…



Volviste otra vez, o quizás yo te busqué, caí en tus manos que me reconocieron de inmediato, o yo me fui amoldando a ellas como un rito milenario. Reconocí tu silencio y la nostalgia difícil de corroer a pesar de las vidas y las muertes y las heridas que cruzan a ambas.

Todos los tiempos se sellaron en un abrazo, no fue difícil amarnos…

“En un abrazo perfectamente sorpresivo, se extasiaron dos cuerpos afiebrados, y el ardor de la espera eternizada, derritió la urgencia de este sino. El sueño tantas veces extraviado, y condenado a morir como espejismo, se alzó latiendo, burlando su agonía, lapidando errores y olvidos. El sueño tantas veces delirado (conjurado y concebido) había sido escrito”

Y  “Te amé con la pasión amortajada, aterida por el enjambre de miedos póstumos que dejaron los fantasmas, me guardé los besos más húmedos y las manos desmembradas para no hacer tuyos mis rocíos de madrugada.”

Pero también estaba escrito el abandono, las lágrimas  y mis brazos desnudos…

“Los siete sentidos que dispone mi piel conocen tu ausencia, saben que hoy tu mirada recorre antiguas heridas y que tu corazón intenta salvar tus labios de la mentira. Las promesas sólo caben en lo posible, y el resto lo reserva la vida para los sueños. Estoy sentada frente a un silencio, de esos que auxilian fantasmas y hieren la garganta haciéndola vertir lágrimas y miedo. De aquellos que siembran espigas en el desierto. Me arde la espera en el centro del pecho, como volcán vestido de hielo. Recojo las cenizas esparcidas bajo las ruinas, me recojo el amor, su espejismo y mi espejo.”

Y escritos también los vaivenes de buscarte, y esperarte…

“Te perdí,  en serena nostalgia, sin certezas  y  sin lágrimas. Te encontré, recitando mis delirios e hice de mis sábanas, tu nido. Hasta que olvidaras nuestro olvido y el amor fénix esta vez resucitara sin mezquindades ni pecados omitidos.”

“Después de amarte te encontré, desnudo de ofrendas cargando el olvido. No hizo falta llamarte con sonidos pretéritos, sólo bastó un espejo y un abrazo sin beso. Del mutuo mar a la sagrada montaña, de tu bosque al lago, de la asesina ciudad a la enigmática isla, nos sumergimos y escalamos compartiendo alas y manos. Un capricho de la luna nos envolvió decidido, rodeando mi cintura con tus siete sentidos. Constelaciones enteras nos unieron a su vuelo, consumándonos en su brillo, cosiéndonos a la misma estrella.”

Y volver a perderte…

Aprendí que en esta vida ya no hay karma, y que mi amor de océano infinito se mecerá en sueños con tus manos de oleaje eterno… sin esperarte.

“Tomo mi paracaídas,
y del borde de mi estrella en marcha
me lanzo a la atmósfera
del último suspiro”
Altazor
Vicente Huidobro