"No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma, y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás conmigo.
Aquí, mujer, te dejo tu figura."
RETRATO DE MUJER
Gonzalo Rojas



lunes, 1 de agosto de 2011

XIII

A veces Ella corrompía el frío desatando vapores de su piel, no creía en los naufragios, decía que los olvidos sólo son pasajeros extraviados en el tiempo, se reía de todo aquello que esperó y que no fue.
Besaba con labios inconclusos, creía que los besos siempre deben dejar sabores forasteros porque así vuelven a besar.
No existían razones que la hicieran razonar, por ello el mundo le fue cerrando las ventanas y abriendo los sentidos.
En homenaje a la vida detestaba el cautiverio, y liberaba las palomas que anidaban en sus manos.
A pesar de su mutismo huía del silencio, y se volcaba hacia la vida como bandera al viento, para decir lo que se debe callar, y callar lo tantas veces dicho.
Le temía a la palabras, por eso hablaba con sonrisas, creía que al reír se ofrece el cuerpo entero, la vértebras se expanden, se pincelan las mejillas, las manos cantan, las pupilas flotan componiendo caricias.
Le temía a las palabras porque se habían congelado, decía que hasta los verbos habían quedado estáticos, ya no resbalaban los conceptos haciendo cosquillas en las fragilidades, ya no temblaban los adjetivos asfixiando las plegarias o haciendo florecer los versos.

Ya no se arrepienten las voces por arrasar el equilibrio de lo intacto.

Reía ante el amor y el desamor, porque ambos son milagros complementarios. Sólo el vacío puede ser llenado.

No hubo quien quisiera escuchar su piel ni arrancar el frío de sus labios. No hubo quien creyera que la sonrisa puede recitar y explicar y prometer.
Cuando Él maldijo su silencio y se le opacó la mirada, Ella le regaló una líquida sonrisa, que resbaló por su mejilla e inundó su garganta.

Y llenó el vacío con silente llanto.