"No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma, y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás conmigo.
Aquí, mujer, te dejo tu figura."
RETRATO DE MUJER
Gonzalo Rojas



lunes, 21 de julio de 2014

XXVII

Ella es relámpago y tormenta, sonrisa amplia y bella. Tiene dos imanes por pupilas, una voz que sabe alzarse, acariciar y jugar a las mentiras. Ella tiene tristezas inconclusas y lágrimas y espinas.
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Ella se hizo de acantilados, toda su sangre es cascada estrellándose dentro de su cuerpo. Nunca quiso ser trueno que deslumbra y detiene el paso, más bien quiere ser llovizna que refresca y que tienta a abrir la boca y beberla gota a gota.
.....

Ellas tienen historia escrita, distintas edades en las sienes y las mismas grietas antiguas. Conocen cada extremo del dolor, aman al mismo mago/amor, cargan las mismas heridas, pero elijen distintas formas de vestirlas.

Ella requiere acunar su niña dañada y dormida
Ella le versa un cuento de hadas y sanadoras profecías
Ella elige herir y olvidar
Ella (yo) sólo perdonar(la) y continuar...

miércoles, 12 de marzo de 2014

XXVI

“Te sigo queriendo, como el primer día 
Con esta alegría, con que voy viviendo 
Mas con el relevo, de las cosas idas 
En la expectativa, de los logros nuevos…”

Él toma su guitarra, Ella bebe de su voz tantos recuerdos. El primer acorde, el primer temblor y se reconocen dos antiguos niños columpiándose en el mismo vuelo.

“Te sigo queriendo, valga la osadía, 
Con la garantía, de mis pobres sueños 
Es decir, me empeño, porque todavía 
Vive el alma mía, de seguir creyendo 
Como el primer día, como el primer beso 
Y el primer exceso de melancolía…”

Él toma el tiempo entre sus dedos, consiguiendo en un solo rasgueo mezclar pasados, presente y todo lo venidero. Relativiza la pausa y la distancia, y todas las fisuras que dejó el silencio.

“Como la afonía del primer intento 
Como el argumento, de una profecía 
Como el primer día, te sigo queriendo”

Ella se deja  ir en la imagen de sus labios interpretando  los años guardados, convalecientes de sus heridas, y su memoria reconoce el idioma de su sosiego.

“Te sigo queriendo, si no lo diría 
Se que no podría con mis sentimientos 
Lo que llevo adentro, se convertiría, 
En una jauría, de remordimientos 
Como el primer día, eres el velero 
La estrella y el viento de mi travesía…”

Ella se deja ir en sus pupilas y su verde intenso, y comparte la lluvia que salpica este bosque haciendo más nítido su verdor y develando sus secretos.

“Mi filosofía, mi apasionamiento 
Mi mejor acento, mi soberanía 
Como el primer día, te sigo queriendo”

Él deja su guitarra, Ella deja los recuerdos y como el primer día, son en un mismo cuerpo, melodía y verso.


https://www.youtube.com/watch?v=W5byswHPYTA&feature=youtu.be

sábado, 1 de marzo de 2014

XXV

Ella tiene nombre… y sueños sin paracaídas. Las manos limpias, el corazón despertando.  Se entrega sin secretos, ofreciendo cada compás de su pecho, los vaivenes de su alegría, los brotes de sus tristezas, sus pasiones y agonías.

Ella tiene pasados infligiendo heridas  y heroicas debutantes sonrisas. Tiene de regreso su intrépido amor a la vida, a la que versa sus misterios, sus milagros, su anarquía.

Ella escapa de sus prisiones, vistiendo de rojo encarnado, alarga las horas de las pasiones, desnudándose despacio.
Se reconoce.
Se escribe.
Abultando las páginas de su historia que osadas y vanidosas, desertan del anonimato.

Ella puede disecar las lágrimas y guardarlas, y recurrir a ellas en los momentos de  despedidas, no teme a la sal de sus fracasos ni al dulzor del firmamento que dibuja en sus manos. Ella es libre de culpas y torturas, del temor a su mente, ya desertó el miedo a sus profecías, mientras fueron cumpliéndose una a una enlodadas de mentiras.

Hoy Ella tiene cuerpo vítreo y otro que suda y se estremece, juega a lanzar sus pupilas al viento, planeando sobre madrugadas y laberintos. Deja como estela, su cabello esparcido.

Ella es instinto, ofrenda y delirio.


Ella tiene nombre, el mío.

lunes, 3 de febrero de 2014

XXIV

Tras cada nueva visión Ella cerraba los sentidos, arrancaba hacia el crepúsculo de su armario y así, colgando en el vacío, decidía olvidar las sucesivas imágenes aterradoras y escalofriantes, para calmarse, para creer, para engañarse.

Se desprendieron de su luz 24 lunas nuevas y ella permanecía decidida a su ceguera, alejada de su naufragio, temblando como una sobreviviente envejecida por el cansancio, velando los restos de la profetisa que le zumbaba el oído de vez en cuando. Temía mirarla de frente y descubrir en sus ojos moribundos todas las verdades, temía a su propia esencia, tempestad desatada de imágenes errantes, temía que cesara el  irremediable sueño salvador de sus propios miedos, prefería el hipnotismo que le ofrecía su instinto claudicado.

Hasta aquel día.

En que el sol se sumergió en su crepúsculo, afilado, punzante, y su luz penetró en todos sus sentidos, despertándola de la muerte o del sueño, atravesando el armazón de sus pupilas, para arrancar las sombras de su fantasía o su falso paisaje. Ardía en el miedo, quería volver a su oscuro armario, pero ya no quedaban huellas de regreso y tuvo que mirarlo.

Ahí estaba él, desnudo, develando a la bestia que respiraba por sus poros, el mismo de sus imágenes aterradoras y escalofriantes, pero Ella ya no podía engañarse. Lo vio lamer sus manos ensangrentadas por los corazones heridos y devorados, pudo oler la hiel que derramaban sus labios, de tanto mentir se transformó su boca en una gruta ajada y sórdida, de tantas pieles que tuvo entre sus dedos, se le adormeció el tacto, y las caricias se transformaron en espejos rotos mutilando los cuerpos que confiaban en su abrazo.

Ella lloró hasta que el propio dolor la desterró agotado, y con los ojos abiertos, las pupilas secas, el temor vencido y el instinto consagrado, se alejó de la bestia, de su sueño y de su abrazo.