Ella es relámpago y tormenta, sonrisa amplia y bella. Tiene dos imanes por pupilas, una voz que sabe alzarse, acariciar y jugar a las mentiras. Ella tiene tristezas inconclusas y lágrimas y espinas.
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Ella se hizo de acantilados, toda su sangre es cascada estrellándose dentro de su cuerpo. Nunca quiso ser trueno que deslumbra y detiene el paso, más bien quiere ser llovizna que refresca y que tienta a abrir la boca y beberla gota a gota.
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Ellas tienen historia escrita, distintas edades en las sienes y las mismas grietas antiguas. Conocen cada extremo del dolor, aman al mismo mago/amor, cargan las mismas heridas, pero elijen distintas formas de vestirlas.
Ella requiere acunar su niña dañada y dormida
Ella le versa un cuento de hadas y sanadoras profecías
Ella elige herir y olvidar
Ella (yo) sólo perdonar(la) y continuar...
"No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma, y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás conmigo.
Aquí, mujer, te dejo tu figura."
RETRATO DE MUJER
Gonzalo Rojas
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma, y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás conmigo.
Aquí, mujer, te dejo tu figura."
RETRATO DE MUJER
Gonzalo Rojas
lunes, 21 de julio de 2014
miércoles, 12 de marzo de 2014
XXVI
“Te sigo queriendo, como el primer día
Con esta alegría, con que voy viviendo
Mas con el relevo, de las cosas idas
En la expectativa, de los logros nuevos…”
Él toma su guitarra, Ella bebe de su voz tantos recuerdos. El primer acorde, el primer temblor y se reconocen dos antiguos niños columpiándose en el mismo vuelo.
“Te sigo queriendo, valga la osadía,
Con la garantía, de mis pobres sueños
Es decir, me empeño, porque todavía
Vive el alma mía, de seguir creyendo
Como el primer día, como el primer beso
Y el primer exceso de melancolía…”
Él toma el tiempo entre sus dedos, consiguiendo en un solo rasgueo mezclar pasados, presente y todo lo venidero. Relativiza la pausa y la distancia, y todas las fisuras que dejó el silencio.
“Como la afonía del primer intento
Como el argumento, de una profecía
Como el primer día, te sigo queriendo”
Ella se deja ir en la imagen de sus labios interpretando los años guardados, convalecientes de sus heridas, y su memoria reconoce el idioma de su sosiego.
“Te sigo queriendo, si no lo diría
Se que no podría con mis sentimientos
Lo que llevo adentro, se convertiría,
En una jauría, de remordimientos
Como el primer día, eres el velero
La estrella y el viento de mi travesía…”
Ella se deja ir en sus pupilas y su verde intenso, y comparte la lluvia que salpica este bosque haciendo más nítido su verdor y develando sus secretos.
“Mi filosofía, mi apasionamiento
Mi mejor acento, mi soberanía
Como el primer día, te sigo queriendo”
Él deja su guitarra, Ella deja los recuerdos y como el primer día, son en un mismo cuerpo, melodía y verso.
https://www.youtube.com/watch?v=W5byswHPYTA&feature=youtu.be
sábado, 1 de marzo de 2014
XXV
Ella
tiene nombre… y sueños sin paracaídas. Las manos limpias, el corazón despertando.
Se entrega sin secretos, ofreciendo cada
compás de su pecho, los vaivenes de su alegría, los brotes de sus tristezas,
sus pasiones y agonías.
Ella
tiene pasados infligiendo heridas y heroicas
debutantes sonrisas. Tiene de regreso su intrépido amor a la vida, a la que
versa sus misterios, sus milagros, su anarquía.
Ella
escapa de sus prisiones, vistiendo de rojo encarnado, alarga las horas de las
pasiones, desnudándose despacio.
Se
reconoce.
Se
escribe.
Abultando
las páginas de su historia que osadas y vanidosas, desertan del anonimato.
Ella
puede disecar las lágrimas y guardarlas, y recurrir a ellas en los momentos
de despedidas, no teme a la sal de sus
fracasos ni al dulzor del firmamento que dibuja en sus manos. Ella es libre de
culpas y torturas, del temor a su mente, ya desertó el miedo a sus profecías, mientras
fueron cumpliéndose una a una enlodadas de mentiras.
Hoy
Ella tiene cuerpo vítreo y otro que suda y se estremece, juega a lanzar sus
pupilas al viento, planeando sobre madrugadas y laberintos. Deja como estela,
su cabello esparcido.
Ella
es instinto, ofrenda y delirio.
Ella
tiene nombre, el mío.
lunes, 3 de febrero de 2014
XXIV
Tras
cada nueva visión Ella cerraba los sentidos, arrancaba hacia el crepúsculo de
su armario y así, colgando en el vacío, decidía olvidar las sucesivas imágenes
aterradoras y escalofriantes, para calmarse, para creer, para engañarse.
Se
desprendieron de su luz 24 lunas nuevas y ella permanecía decidida a su ceguera,
alejada de su naufragio, temblando como una sobreviviente envejecida por el
cansancio, velando los restos de la profetisa que le zumbaba el oído de vez en
cuando. Temía mirarla de frente y descubrir en sus ojos moribundos todas las
verdades, temía a su propia esencia, tempestad desatada de imágenes errantes,
temía que cesara el irremediable sueño salvador
de sus propios miedos, prefería el hipnotismo que le ofrecía su instinto
claudicado.
Hasta
aquel día.
En
que el sol se sumergió en su crepúsculo, afilado, punzante, y su luz penetró en
todos sus sentidos, despertándola de la muerte o del sueño, atravesando el
armazón de sus pupilas, para arrancar las sombras de su fantasía o su falso paisaje.
Ardía en el miedo, quería volver a su oscuro armario, pero ya no quedaban
huellas de regreso y tuvo que mirarlo.
Ahí
estaba él, desnudo, develando a la bestia que respiraba por sus poros, el mismo
de sus imágenes aterradoras y escalofriantes, pero Ella ya no podía engañarse.
Lo vio lamer sus manos ensangrentadas por los corazones heridos y devorados,
pudo oler la hiel que derramaban sus labios, de tanto mentir se transformó su
boca en una gruta ajada y sórdida, de tantas pieles que tuvo entre sus dedos,
se le adormeció el tacto, y las caricias se transformaron en espejos rotos mutilando
los cuerpos que confiaban en su abrazo.
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